Mantequilla vs. Margarina: La Verdad que Nadie te Cuenta (Y por qué la guerra ya lo decidió)

Barra de mantequilla sobre una tabla de madera

¿Sabías que la margarina nació como un “reemplazo económico” para salvar presupuestos en épocas de guerra? Sí, leíste bien: fue creada por necesidad, no por salud. Y aunque hoy se viste de “light” o “cardiosaludable“, su historia delata su esencia.

Pero tranquilo, no soy de los que se queda solo con el drama. Vamos a destripar mitos, grasas trans y ese miedo absurdo al colesterol. Spoiler: la mantequilla podría ser tu aliada.

La margarina: un invento bélico

Imagina esto: Europa en el siglo XIX, guerras que estrangulan economías y una población hambrienta. ¿Solución? Un sustituto barato de la mantequilla hecho con aceites vegetales… hidrogenados. Traducción: grasas modificadas en laboratorio para imitar textura y sabor.

¿Funcionó? Sí. ¿Fue saludable? Ni de broma.

Las primeras margarinas cargaban con grasas trans, esas que hoy la OMS relaciona con inflamación, diabetes y problemas cardíacos. ¿Que ahora algunas dicen ser “libres de trans”? Bien, pero ¿realmente quieres untar en tu pan keto algo que nació para imitar lo auténtico?

Mantequilla: la villana injustamente satanizada

“¡Es de origen animal, tiene colesterol!”, gritan los puritanos de la nutrición. Pero espera: el colesterol no es el enemigo. De hecho, es esencial para:

  • Producir hormonas (incluyendo las sexuales, ¿eh?).

  • Formar membranas celulares (o sea, sin él, literalmente te desintegras).

  • Sintetizar vitamina D (sí, la del sol y los huesos fuertes).

La mantequilla es natural, menos procesada y, además, aporta vitaminas A y D. Eso sí: como todo en la vida, sin excesos. ¿La clave? Calidad ante cantidad. Busca opciones de pastoreo o elaboradas artesanalmente.

Margarina moderna: ¿ángel o demonio con marketing?

No voy a negarlo: algunas margarinas actuales mejoraron su fórmula. Eliminaron grasas trans, añadieron omega-3 y hasta esteroles vegetales para “combatir el colesterol”. Suena bien, pero…

  • Muchas siguen usando aceites refinados (soja, girasol, palma) que se oxidan al calentarse.

  • Su proceso industrial requiere aditivos, emulsionantes y colorantes para parecer “cremosa y amarilla”.

Si insistes en usarla, elige las en tubo o líquidas y revisa que no diga “parcialmente hidrogenada” en la etiqueta. Pero repito: ¿imitar o disfrutar lo real?

Entonces… ¿Cuál es mejor?

Aquí va mi conclusión sin edulcorantes:

  • Mantequilla: Ideal si buscas algo natural, con nutrientes reales y sin miedo a las grasas de toda la vida. Úsala en repostería, para untar en moderación o derretir sobre vegetales.

  • Margarina: Útil si eres vegano, intolerante a la lactosa o necesitas ahorrar… pero nunca la consideres “más saludable”.

Y si quieres un tip de oro: si no puedes consumir lácteos, quizás el mejor “untable” es el que ni siquiera está en este debate. Piensa en aguacate machacado con limón, hummus casero o aceite de oliva virgen. Simple, ancestral y delicioso.

Epílogo (con sabor a verdad):

La comida no es solo nutrientes: es historia, cultura y placer. La margarina nació para resolver un problema de supervivencia… pero hoy tenemos opciones. ¿Vas a elegir por tradición o por imposición publicitaria?

Ahora cuéntame: ¿tirarías un platillo con mantequilla derretida a la basura por un sustituto ultraprocesado? Yo, desde luego, no.

Por cierto, si quieres conocer las mejores marcas de mantequilla aquí te dejo esta publicación: aprende a identificar las mejores marcas de mantequilla.

PD: Si alguien te dice que la margarina es “más sana”, pregúntale si también prefiere un diamante de imitación.

Ingeniero civil de profesión, pero amante de la naturaleza y la buena comida. Desde niño me ha emocionado observar las plantas, animales y hongos. Me encanta aprender nuevas cosas sobre el mundo que nos rodea, por lo que he decidido compartir mis observaciones y conocimientos a través de este medio.

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